La colocación de piercings orales (labio, lengua, frenillos) se ha convertido en una moda, especialmente entre los más jóvenes. Sin embargo, antes de optar por esta práctica es importante saber que pueden acarrear riesgos para la salud gingival y general. Aproximadamente el 85% de las personas con piercings presentan algún tipo de lesión en la boca como consecuencia de los mismos.
La parte del piercing orientada hacia el interior bucal, a pesar de ser una superficie redondeada, es un cuerpo extraño que, al hablar y/o comer, produce continuos movimientos y roces contra la encía, pudiendo provocar una importante recesión de encía, hipersensibilidad y perdida de hueso. Además, estos elementos pueden formar grandes nichos bacterianos en la zona, induciendo inflamación e infección que, si persiste sin un adecuado tratamiento, podría incluso llevar a la pérdida del diente.
En muchas personas con piercings orales surgen gingivitis y periodontitis agresivas; incluso, se han relacionado algunos casos de endocarditis bacteriana con la colocación de estos adornos.
Aparte de seguir una higiene oral extrema, los portadores de piercings orales deben visitar frecuentemente a su dentista.
(Copia del artículo publicado en Cuidatuencias (SEPA) nº 6)
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